Agradecido

Accidente de tránsito

Aprontarse para una fiesta es de esos momentos que generan emoción universalmente.

Hombre o mujer, jóven o veterano, sabés lo que se siente fantasear frente al espejo mientras que te preparás para mostrarle al mundo tu mejor versión.


Pelito fachero y bien peinado, check; piel limpia y llena de vida, check; perfume con aroma a triunfo, check.

Igual, si hay algo que no puede salir mal, esto es el outfit; ese que, si sos como yo, lo tenés pensado hace días y sabés que te representa en este momento de tu vida.


Bueno, este se vuelve mucho más crucial cuando toca ir a una fiesta de disfraces.

Te entusiasma ir vestido de milico, con el pantalón camuflado que te prestó tu amigo y la musculosa negra que te compraste hace poco, pero lo que más te mueve es ver los disfraces de los demás, e ir acercándote a las personas para hacer chistes y referencias sobre los personajes que más te llamen la atención.

Todo esto, sumado a que hoy tenés un plantel importante con varios de tus amigos que no ves hace tiempo, pinta para una noche de aquellas.


Llega el momento de salir y te sentís allá arriba.

Pasás a levantar un rico shawarma para llevar a lo de tus viejos y llamás a tu madre para avisarle que estás en camino.

Termina siendo una lástima que, minutos más tarde, la estés llamando de nuevo… con el corazón acelerado, el alma en el piso y tu auto hecho mierda en el medio de la rambla.

No se necesitaron más de 5 segundos; una secuencia de momentos impredecibles que fácilmente podrían haber acabado con años de crecimiento y aprendizaje.

Un auto se te tira arriba y vos maniobrás imprudentemente, poniendo en riesgo tu vida y, peor aún, la de la familia que se encontraba tranquila tomando mates en la rambla.

Por suerte, salís del auto semi ileso y la familia, a quienes les acabás de destrozar la parte trasera del auto, te consuela y te muestra la mejor de las actitudes (benditos sean).

Y aún así, presenciando esta pintoresca escena que te tiene de protagonista en un siniestro que podría haber terminado mucho peor, una voz en tu cabeza, pequeña pero poderosa, se preocupa de si vas a llegar a la fiesta.


Tengo que admitir que el FOMO me pegó casi de inmediato (más fuerte que el choque), y antes de llamar al seguro ya le estaba escribiendo a mi mejor amiga para avisarle que no la iba a pasar a buscar.

Mismo cuando mi cuerpo no podía aguantar la frustración y las ganas de bailar eran nulas, me dejé llevar por los mensajes de mis amigos y consideré si salir con ellos no era la mejor opción.

Mientras que mis ojos veían el daño ocasionado, mi ego pensaba en el outfit desperdiciado.


Al dejarme en casa, mamá me dijo que estuvo hablando con la familia, y que al parecer el esposo había buscado un abrigo en la valija de su auto, pocos segundos antes de que yo se la hicera pedazos.

Reviviendo lo ocurrido, me llega el recuerdo de cómo me bajé del vehículo absolutamente confundido, para encontrarme con la mitad del capó aniquilado y nafta chorreando por el piso.

Analizando los hechos de manera racional, debe haber sido Dios que evitó que me chocaran de atrás segundos después de haberme incrustado perpendicularmente sobre el carril de la rambla.

Es difícil apreciar el peso que manejaban los 2000 pesos del parking y la entrada de la fiesta, o los 400 que gasté en el shawarma que ya se estaba enfriando, pero el hecho de que mi mente se lamentara por todo esto me deja mucho que pensar.


A principios de este 2023 llegué a la conclusión de que la cura para la depresión es estar agradecido. Suena como muy poco para una condición que es tan controversial hoy en día, pero funciona.

Los seres humanos, durante nuestro corto tiempo en la Tierra, vamos a experimentar tanto etapas de felicidad y realización como momentos de frustración, soledad y depresión; es parte de la vida.

Todo lo que sube tiene que bajar, lo que hace que la mejor manera de vivir sea la siguiente: trepá bien alto en esos tiempos de gloria, e intentá caer lo más cerca posible en los inevitables baches que te tiran para abajo.

Solamente así vas a notar una evolución constante con el correr de los años, y te verás progresando desde el autoconocimiento a la autorrealización, completando tu camino con un propósito altruista que se escape del individualismo.

Porque a veces nos hace falta pararnos a reflexionar sobre nuestra situación actual, y cuestionarnos de verdad qué tanto hemos logrado.

El día que cumplí los 18 me tragué la ilusión de que ya era independiente, que ahora que puedo comprar alcohol y entrar al casino mis padres ya no pueden decirme lo que hacer.

La furia que sentía cada vez que escuchaba la frase “yo te pago esto” o “gracias a mí podés aquello” es indescriptible, pero por favor, cuanta razón tenían.

Por más poder que me diera el sueldo mínimo de Starbucks para comprar marihuana y hojillas, ¿dónde estaría mi cabeza hoy sin la educación que me dieron?

Por mucho que haya madurado en los 5 meses que viví en Israel, ¿cómo me hubiese pagado siquiera el pasaje de avión?

Y ahora que van 2 años desde que disfruto de la última independencia, el vivir solo, tener mi propio hogar, ¿en qué condiciones estaría sin la tremenda ayuda ($$$) que me dieron papá y mamá?

Encima de todo esto van y me dan un auto para que maneje, sabiendo que fácilmente me puedo matar a mí o a otra persona, y yo mientras tiro lo que podrían ser mis ahorros en fiestas electrónicas, ropa y tatuajes.

Llegó el momento perfecto para reconocer que poco de lo que tengo es mérito propio.

Manejar un nivel de inglés avanzado, haber ido a un colegio privado y dormir seguro en una de las mejores zonas del país ya no debería verse como un privilegio, sino una responsabilidad.

Una nube gris sobre mi cabeza que estalle en truenos y tormentas cada vez que mi mente considere hundirse en placeres mundanos.

Oscuro va a ser el día en que pierda para siempre la oportunidad de devolverle a mis padres o a mi abuela el amor que me dieron incondicionalmente, triste va a ser mi futuro si permito que sus memorias estén plagadas de recuerdos de plata prestada e inversiones sin retorno.

Las herramientas para crear el futuro que merecemos están a nuestra disposición.

Hace falta voluntad y disciplina.

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