En el olvido

la luz de la vida

Algunos días son buenos,

otros no tanto.


Nos enfermamos, nos perdemos el ómnibus, nos peleamos con las personas.

A veces llueve y a veces estamos cansados.

Y con cada día que pasa nos alejamos más y más de nuestra juventud, acercándonos a la decadencia. Entonces, ¿cuál es el sentido?

Si me preguntás a mí, el sentido reside en vivir una vida con progreso acumulado.

Esto significa despertarse todos los días sabiendo las cosas que podés hacer para mejorar, e irte a dormir habiendo hecho alguna de ellas.

Nacemos, nos educamos y nos traumamos.

Desde que descubriste tu existencia y aprendiste tu primer idioma, venís absorbiendo una cantidad inimaginable de rezongos, reproches, quejas y limitaciones, las cuales te marcaron rotundamente en tu niñez y te siguen afectando hasta el día de hoy; se reflejan en tu visión del mundo y en tu relación contigo mismo y los demás.

La introspección, la reflexión, la terapia y la meditación; nos sometemos a estas prácticas con el fin de poder conectar, poco a poco, los puntos que yacen entre nuestras crianzas y nuestro comportamiento actual.

Conocerse es la herramienta más valiosa para el ser humano, nos permite tener un sentido de dirección en esta vida incesante, que demanda de nuestro cuidado en cada momento.


El filósofo romano Séneca una vez dijo “la vida es muy corta y ansiosa para aquellos que se olvidan del pasado, descuidan el presente y le temen al futuro.”


Durante los pocos años que tengo vividos, son muchas las veces que he deseado poder volver en el tiempo.

La idea de tener un aparato mágico con el que pueda deshacer mis acciones siempre me fascinó, sobre todo para esas ocasiones en las que digo o hago algo de lo que enseguida me arrepiento. En la mayoría de estos casos, lo que se encuentra en juego es muy insignificante, ya sea porque le dije alguna boludes a una piba que me gusta o porque discutí con mis padres por algo que no valía la pena.

En la vida real, este aparato se llama pedir perdón, pero sus capacidades son limitadas.

El cuento del Pastor Mentiroso nos habla de un chico que mentía siempre, hasta que nadie le creyó, y el lobo se lo comió. En esta comparación, pedir perdón es como las mentiras, las personas se cansan de escucharlas y con el tiempo las dejan de creer.

¿Qué pasaría por la mente de mis padres si mi último intento de dejar la marihuana hubiera fallado?

¿Cómo me verían si me hubiera metido en una sustancia peor? ¿Valdrían de algo mis disculpas?

Aunque las reflexiones y las palabras sean valiosas para nosotros, si no se exteriorizan en acciones estas se pierden en el olvido.

Este es un tema muy complicado cuando se trata de adicciones.

Un amigo mío luchaba con su ser. Su familia lo quería ver bien, y él quería verse bien para su hija.

Aunque me pudo expresar su ahogo, el tipo se encontraba enredado en un círculo agobiante de motivación y recaídas. Reconociendo el problema, no afrontó sus raíces, y tomó el camino fácil. Su vacío queda entre nosotros, y no existen palabras que lo puedan traer de vuelta.

En lo personal, yo me pregunto si hay algo que pudiera haber hecho. Hablarle de tal manera que le hiciera ver que ninguna batalla está perdida mientras se sigue luchando.

Pero no lo veo posible, porque la voz que nos habla más alto siempre va a ser la voz en nuestra cabeza.

Nadie más va a tomar las riendas. Así que te reto a preguntarte: “¿Qué tan bajo puedo caer?”

No intentes averiguarlo, enfocate en ir hacia arriba, que esta vida no tiene techo.

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Agradecido