“El amor de la gente me salvó”
Esta historia no es mía.
Y la siguiente analogía tampoco:
“Si cada uno tiene su propia esencia, a esta la podemos representar con una línea recta.
En la vida vas a ir y venir; te vas a alejar y vas a volver a encontrar tu esencia,
y esos son los momentos en los que vas a sentir plenitud.”
Eso me decía la portadora de esta historia, mientras dibujaba esta analogía con el polvo sobre la mesa.
“¿Viste cómo, si lo ves horizontalmente, parecen montañas que suben y bajan?
Es algo re natural…
¿Se entiende?
Hoy me junté con una chica que iba al liceo conmigo, y me contó cómo un accidente casi mortal la volvió a acercar a sí misma.
Ella y yo no fuimos muy cercanos durante esos años de liceo, pero este encuentro en particular nos mostró que somos más parecidos de lo que podíamos imaginar.
Ambos somos creyentes espirituales, místicos y religiosos, que supimos perdernos en las trampas del hedonismo y en las ganas de pertenecer a toda costa.
Aunque su trayectoria como creyente es algo distinta.
“Como alguna gente va al psicólogo, nuestra familia iba a la iglesia, y ahí reflexionamos sobre cómo estábamos y sobre lo que significa ser una buena persona.”
Esta chica, inculcada en la religión católica desde una temprana edad, pudo participar en actividades de misionero que a futuro tendrían un gran impacto en su manera de ver el mundo.
Parecería que la iglesia le enseñó mucho sobre lo que ella ahora vé como el comportamiento normal que las personas aspiran a seguir: no ser infiel, cuidar al prójimo, amar y respetarse.
Valores que uno pretende mantener durante toda su estadía en la Tierra.
Pero la realidad es otra. Los años pasan y la gente crece.
Y este caso no es la excepción.
Es más, la omnipresencia que mantuvo la religión en su vida puede haber llevado a que, lentamente, ella se aleje del camino de Jesús.
Bailando lejos de Dios
Existe un gran debate dentro de mi cabeza, acerca de si somos lo que hacemos o si podemos ser algo más.
El mundo recibe tus acciones, no tus intenciones.
Aún así, es muy difícil ser constante y mantenerse fiel a lo intangible.
Cuando hablo con esta chica, me siento identificado. Ella me describe su práctica de meditación y yo quedo fascinado. Filosofando sobre Dios me siento muy confiado.
Luego las horas nos alejan.
Volvemos a la nuestra y el recuerdo se disipa. Regresamos a los problemas que tanta paja nos da afrontar. Nos aburrimos de existir solamente como nosotros, y queremos estar en lo que hacen los demás.
Desarrollamos un afán por la vida ajena que hizo que pertenecer se volviera una prioridad; incluso cuando implica convertirse en alguien más.
La joda, las drogas, el sexo y el placer. Los likes de IG y tu nombre en la charla popular.
La validación de creer que sabés lo que opinan sobre vos. Esa mierda te hace perderte en el abismo.
Y cuando estás ahí, hay mucha oscuridad. No podés ver a lo lejos, ni darte cuenta de que en verdad estás acompañado.
Al igual que yo, ella pensaba mucho.
Pensaba y se preocupaba sobre su rol entre la multitud.
“La artística graciosa, la social y divertida”, así la tenía yo en mi mente, y parece que no era coincidencia.
La capacidad de manufacturar y vender cierta imágen al público, pudiendo apreciar en tiempo real cómo se tragan esta peli, requiere de un tipo de personalidad muy específico.
El mismo tipo de personalidad que se deja llevar por la corriente, y termina siendo parte de actividades que no están en su mejor interés.
Las pocas veces que volví a ver a esta chica, después de finalizada nuestra educación secundaria, fueron casi siempre en la noche.
Y camuflada bajo la luna, era otra más del montón.
Perdida entre los que buscamos el estímulo de las luces neón y la musiquita punchi pum.
Quienes movemos el cuerpo eufóricamente, luciendo con confianza una media sonrisa, mientras nos mordemos el labio y los lentes opacos cubren nuestros portales hacia adentro.
Donde reinan el estatus y el disfrute, pero a Dios no se lo encuentra, ella ya se había separado de su iglesia.
“Tuve un novio que me supo convencer de que vos sos tu propio Dios, sos vos el que te salvás.
No critico ni en pedo, yo también lo compartí muchos años.
Me hizo bien para no sentirme tan débil, porque me sentía muy frágil…”
A su vez, me cuenta.
“Tengo una amiga — que soy su madrina, para peor — que estuvo años y años re marcándome.
Las fiestas electrónicas, el salir, el estar con chicos… cosas mías que le hacían ruido.
Yo estaba teniendo estas experiencias, y ella seguía viendo cómo mi esencia se me iba…”
Qué dicotomía tan grande.
¿Cómo se puede juzgar tanto a una jóven que explora el mundo queriendo descubrir sus propias ideas?
Personalmente (yo, escritor), he tenido que rozar muy de cerca a la muerte — varias veces — para seguir aprendiendo y cambiando. Porque uno no sabe qué es lo que está haciendo la gran mayoría del tiempo, y el ser humano que no es precavido caminará ciego hacia adelante.
Cada vez que Dios me salva, puedo sacar un aprendizaje.
Por eso mismo tuve claro, apenas me enteré de su historia, que sería mi deber escribir sobre el crítico accidente que tuvo Paz Verdías.
Renacida en Costa Rica
Para el 08/08/2024, la protagonista de nuestra historia era una persona artística, creativa, fachera, crack amiga, crack hija, que surfeaba, rapeaba, pintaba y estudiaba dos carreras en facultad.
¿No merece alguien así un poco de disfrute?
Buenas playas, buenas olas y un sol brillante que ilumina los ojos de los admiradores.
Paz lo tenía todo, y estuvo a nada de perderlo.
Ella se sentía invencible, manejando el cuatriciclo mientras su amigo filmaba con un dron. Su grupo de viajeros había visitado una cascada que ese día justo estaba desbordada, por lo que no se pudieron meter.
Mala noticia, pero la diversión debe continuar.
“Hay un video mío en el que yo grito ‘¡ADRENALINA!’, completamente sacada.
En Costa Rica — el paraíso — vibrando como que no me va a pasar nada.
¿Qué me va a pasar a los 24 años?”
Bueno…
Una mala maniobra. Un pozo que parecía charquito. El instinto de saltar.
“Y pum. Apagón. No sé qué onda.”
Paz chocó de lleno contra el piso, sacudiendo toda su existencia.
Casi se desangra en la escena del choque, hasta que un pelado misterioso pasó, le hizo un torniquete en el codo y siguió con su camino.
Tuvo que luchar por no perder el conocimiento y olvidar su identidad, ya que el aterrizaje sin casco le pudo haber jodido la cabeza.
Miró a la muerte a los ojos tras entrar en un “shock séptico” y estar internada en CTI, poco después de que los doctores quisieran darle el alta.
Paz sobrevivió, pero parte de ella no lo hizo.
“Imaginate que vos tenías una hermana gemela que ese día se sacrificó para que puedas ser feliz” — plantea su psicólogo.
“Esa hermana gemela es toda esta Paz que te conté de antes” — me dice ella a mí.
“La Paz sobreexigente, la Paz que quería ser exitosa a los 20 años, que buscaba la aprobación constante, porque tenía una falta de amor que buscaba en el otro…
Ese día dijo ‘me voy, y te dejo sola para que avances’.
Y hoy camino agradecida, porque tuve ese duelo de decir ‘te agradezco por haber sido mis primeros 24 años de vida. Pero ya está, no estás más.’
Tengo que hacerme fuerte y avanzar con lo que sigue. No es casualidad… no es normal tener una segunda oportunidad en la vida.
Es una oportunidad que lucho todos los días.”
Cuando se esquiva a la Parca, hasta el más ateo le agradece a Dios.
Y Paz lo hace cada día, porque reconoce que le mandaron “un mensaje muy claro, que sería boludo no verlo”.
Ahora bien, este mensaje lo sigue descifrando a medida que su recuperación se vuelve un desafío.
Si bien el amor de la gente (y de Dios) la pueden haber salvado, Paz fue quien eligió quedarse.
Y esta decisión no se toma a la ligera, mucho menos considerando la ironía de las circunstancias.
“Lo único que perdí son mis herramientas de trabajo. Y a mí me validaban por el laburo.”
En tiempos de operaciones inciertas y diagnósticos contradictorios, Paz ni siquiera puede refugiarse en su arte. Uno de sus codos se mantiene unido por una placa, y sus muñecas no disponen de la movilidad necesaria para distraerse con los murales, cuadros y pinturas que tanto nutren su alma.
Comparado con hace un año, sus días son irreconocibles.
No hay apuro para vivir al palo.
No hay fiestas hasta tarde.
No hay necesidad de fingir.
Solo hay amor genuino.
Un mensaje universal
“Uno nunca se imagina que te puede tocar a vos”
Es cliché y se dijo mil veces.
Pero, ¿cómo vivirías hoy si supieras que mañana no estás?
Antes de ir a hablar con ella, yo ya tenía en mente la pregunta final.
“¿Qué mensaje tenés para aquellos que desperdician su potencial en las preocupaciones más insignificantes? ¿Qué le dirías al que vive dormido, anestesiado con cada distracción que encuentra?”
El que me conoce sabe bien por qué hago esta pregunta.
Quizá estaba esperando una respuesta agresiva; un argumento irrefutable para validar mi ilusión de que podemos implantar ideas en el cerebro de alguien más.
Tal vez buscaba una frase milagrosa, capaz de unir a los terrícolas frente a un único propósito, que nos libre de las guerras y del sufrimiento — haciéndome famoso ya de paso.
En su lugar, recibí un mensaje alentador.
“En tu caso… tu flow, tu arte… animate a escribir. Mostrá quién sos, realmente hacelo.”
“Cuando te empiece a ir bien, porque te va a ir bien, vas a resonar tanto que va a llegar un punto en el que vas a ser guía de muchas personas.”
Al escribirlo puedo notar cómo se humedecen mis ojos.
“Cada uno tiene su proceso, cada uno tiene su camino.”
“Hay gente que se abre a esas energías o se abre a esos vínculos, hay gente que no. Capaz tiene que sanar otras heridas, capaz tiene mambos que no están alineados a eso… no es forzarlos, es simplemente transmitir el mensaje.”
“Está presente. Viví el hoy. Abrazá, agradecé, pedí perdón, bajá la cabeza, sincerate contigo mismo.”
“No te mientas.”
“Todos tenemos esa magia. Por algo me pasó esto, por algo tengo esta cruz que cargar.”
“La vida le manda a cada uno sus batallas, para que seas el soldado y logres tu misión.”
“Sé consciente de las cosas que hacés.”
…
Puedo seguir citándola por horas, pero creo que se entiende el punto.
Paz Verdías volvió a nacer, enterró a su yo antiguo y redefinió su misión.
Ya no expresa su arte solamente con las manos. Ahora su historia es otro canal de inspiración que transmite la esencia brillante de aquella niña religiosa.
Quedará impresa entre los cielos, iluminando el camino de más almas perdidas.