38 días sin Instagram

Puedo entrar en los detalles de por qué lo hice

- o tirar algún dato científico sobre la relación entre el ig y la dopamina que nos regula -

pero prefiero asumir que se entienden mis motivos.


Tocaba soltar el teléfono, afrontar de lleno la fuerza gravitacional de mi primer iPhone y convertir esas horas de scrolleo en espacios para aplicar las prácticas adquiridas en el 2023.

Spoiler, el tiempo de pantalla sigue escalando — los memes se reemplazaron con videitos de Youtube y partidos del Dream League Soccer — y no ha habido voluntad para ejercer los hábitos de monje.

La vida siguió adelante y yo me acostumbré a estar en una dieta instagrámica de tolerancia cero.

Hacía falta que alguien articulara las frases “buscalo en Instagram” o “mirá el reel que te mandé” para que yo sintiera que me estaba perdiendo de algo… a menos que me encontrara en la presencia de un panorama tan aesthetic que hubiese sido la historia ideal.

Cuando salí con mis amigos este sábado de noche, no planeaba en lo absoluto volver a casa con la app instalada, pero confieso que ya venía fantaseando con la idea de escribir mi reflexión y para hacer eso iba a tener que vivir el retorno.

Las impresiones iniciales fueron polarizadas.

Para empezar, el algoritmo decidió que la primera publicación que le iba a mostrar al usuario que retornaba a su plataforma después de tanto era, ni más ni menos, que una foto centrada alrededor de los protuberantes glúteos de una mujerzuela en bikini. Esta elección por parte del algoritmo era todo lo que el usuario necesitaba para validar sus teorías sobre la red social, y lanzar al aire un par de carcajadas por la ironía del asunto.

Sin embargo, lo próximo que estaría contemplando sería algo bastante más íntegro, que representa perfectamente los aspectos positivos que tiene Instagram. Su hermano había subido una historia muy artística de él y la novia, mientras que su madre compartía unas fotos del retiro con amigas que hizo en Colonia, donde todas estaban disfrazadas con cotillón e irradiando felicidad.

Se sintió muy bien ver lo que compartían, y agradezco la posibilidad de haberlo podido expresar con un simple click en el botón de like.

De igual manera… voy a jugármela y decir que lo que te podés beneficiar al borrar esta app supera en cualquier sentido lo que lamentarías perderte los reels y las historias que Zuck elija servirte.


A pesar de no haber visto en mi rutina los cambios que buscaba, sí noté un incremento importante en lo que refiere a mi afinidad por la interacción humana.


Más que “distanciarme” de mis seres queridos, acepté el hecho de que iba a tener que verlos cara a cara si pretendía enterarme de lo que andaban haciendo (o por lo menos escribirles al privado).

Gocé de una admiración renacida por esas risas auténticas, reconociendo que salir de mi zona de confort era el único camino viable hacia la conexión genuina. Sentí una nostalgia del pasado que potenció mis aspiraciones a futuro; coseché energías propias del vínculo con la niñez.

Me sumergí en el placer del silencio, hablé solo en voz alta y bailé y canté eufórico al ritmo de las canciones que me criaron, liberándome a escondidas de las pesadas cadenas que nos aferran a esta sociedad digital.

Elijo creer que este retorno se va a manejar con conciencia, aunque mantengo la idea de que esta app no es digna del tiempo que consume — puede verse borrada de mi celular en cualquier momento.

En vez de aparentar para muchos, asegurémonos de estar en buenos términos con los que tenemos cerca.

Invirtamos en nuestras personalidades y no en nuestros perfiles.

pd. @MK acordate que no hay necesidad de compartirlo todo

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